Buscas refugio en un hueco entre las rocas para protegerte de las terribles ráfagas de viento y te recuestas en su fondo. De repente, la roca se desmorona y resbalas por una pendiente fangosa hasta un estanque. Cuando logras levantarte, calado hasta los huesos, y llegar hasta la hierba que cubre la orilla, el sol brilla con todo su esplendor. Miras hacia las rocas que se elevan por detrás del estanque, pero no logras descubrir por dónde has podido caer. Tratas de hacerte una idea de tu situación, cuando de pronto aparece un caballo montado por un caballero con armadura, como los de los libros de historia. La visión te resulta tan inusitada que te dan ganas de echarte a reír. El caballero levanta su casco e irrumpe en sonoras carcajadas. iMenudo sitio para tomar un baño! -grita-. De todos modos, opino que ha valido la pena. iHas quedado tan limpio como un cerdo! Sube y te llevaré de vuelta al castillo-dice-. Veremos qué se puede hacer para que recuperes un aspecto humano.
Volver a decidirA medida que aclara el día te das cuenta que no estás en el buen camino. El cañón parece menos profundo y el cauce del río está sembrado de cantos rodados que nunca habías visto. El viento es helado a pesar de estar en pleno verano. Al subir a un terreno más elevado descubres manchas de nieve. Desde un risco, divisas una llanura árida con lagos helados y, a lo lejos, una cadena montañosa con picos cubiertos por la nieve. Empiezas a pensar que no se trata simplemente de que te hayas perdido; te has perdido en el tiempo y, por alguna extraña razón, has sido transportado varios millones de años atrás a la Edad del Hielo.
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